Esta ocasión vestí de negro, lo vestí para tí y lo vestí para mí. Como nunca antes yo, quien se vistió de ese color tanto tiempo, lo habia vestido para nadie. En el camino al velatorio, le comentaba a esa alma tan importante para mí, como -tal vez- me hubiera gustado ir de blanco.
Te fuiste anteayer, viejito lindo. Fue tan extraño verte en ese ataúd, el cual no tenía el coraje de enfrentar. Se pueden ver tantos cuerpos sin vida en la internet y, sin embargo, observar ese cuerpo que dejaste detrás tuyo me causaba una conmoción enorme, uno de mis últimos grandes miedos. Me autojustificaba desde que llegué a la capilla, con que me había despedido de tí en tus últimos instantes de vida, que así quería recordarte, que así quería hacer el último adiós.
El Segundo Dolor comenzaba. Veía esa caja de madera con la tapa levantada de manera opuesta a donde me encontraba, como la barrera mas infranqueable, el punto cero. ¿Cómo acercarme? Pensaba que era el morbo el que me hubiera permitido verte y odiaba esa idea. Al fin, caminé con paso lento, solemne hacia donde se encontraba tu cuerpo, mi corazón latía cada vez más rápido y fuerte -el clímax antes de alcanzar un umbral que yo contruí dentro de mi ser- aunque ya sabía que sólo vería tu cuerpo sin vida. Bajé la mirada únicamente cuando estuve seguro de que era el cuerpo con que viviste en este mundo y que lo hacía únicamente por un acto de amor, de última y final despedida, no por un horrible morbo.
Te vi -o mejor dicho, vi tus restos- sin vida, respiré y dejé ir para siempre ese miedo y esa aprehensión que estaba comiéndose rápidamente mi alma, y sólo hasta ese momento, entendí con todos mis sentidos que ya no estabas ahí, que éste sólo era el ritual de la despedida del cuerpo. Respiré tranquilo y vi tus restos mortales, creo que mi mirada descansó, mis músculos perdieron esa rigidez que la tensión había estado construyendo hasta ese momento sin misericordia alguna. Al relajarme, sollocé, suspiré y comencé a hablarle a tu cuerpo siguiendo las ideas preconcebidas por mi entender de este ritual.
Las lágrimas bajaron por mis mejillas rápidamente refrescandome, sin ahogarme.
Caminé mas tranquilo de regreso a mi asiento y permití que el ritual continuase como era debido, dejé claro que mi lugar y participación en éste sería como era esperado de uno de los familiares dolientes. El tiempo no pasó de forma rápida realmente. Parecía que el tiempo marchaba en Duelo.
Llegaron muchas personas a despedirse -suspiro- todos estuvimos muy unidos como hubieras esperado y mi hermanito y yo hacíamos lo propio para bajar la tensión en la medida de nuestras posibilidades. Llegaron mis amigos eventualmente y nos acompañaron a mi familia y a mi alma gemela, algunos llegaron con prisa, algunas sorpresas, muchas risas, que hermoso velatorio, dónde los unos reían con los otros, sin molestar a los demás dolientes. Me conmoví al extremo al saber que ayer, cuando falleciste, uno de mis amigos quien tuvo un recital de poesía en el Centro, dedicó el evento a tu memoria, ¡Que grande honor para ti! ¡Que grande honor para mí el tener amigos de ese calibre y sensibilidad! Gracias, hermanos de nombre y del corazón y gracias a todos los demás.
Esto es un espejo abuelito, esto es para ti...
El Segundo Dolor comenzaba. Veía esa caja de madera con la tapa levantada de manera opuesta a donde me encontraba, como la barrera mas infranqueable, el punto cero. ¿Cómo acercarme? Pensaba que era el morbo el que me hubiera permitido verte y odiaba esa idea. Al fin, caminé con paso lento, solemne hacia donde se encontraba tu cuerpo, mi corazón latía cada vez más rápido y fuerte -el clímax antes de alcanzar un umbral que yo contruí dentro de mi ser- aunque ya sabía que sólo vería tu cuerpo sin vida. Bajé la mirada únicamente cuando estuve seguro de que era el cuerpo con que viviste en este mundo y que lo hacía únicamente por un acto de amor, de última y final despedida, no por un horrible morbo.
Te vi -o mejor dicho, vi tus restos- sin vida, respiré y dejé ir para siempre ese miedo y esa aprehensión que estaba comiéndose rápidamente mi alma, y sólo hasta ese momento, entendí con todos mis sentidos que ya no estabas ahí, que éste sólo era el ritual de la despedida del cuerpo. Respiré tranquilo y vi tus restos mortales, creo que mi mirada descansó, mis músculos perdieron esa rigidez que la tensión había estado construyendo hasta ese momento sin misericordia alguna. Al relajarme, sollocé, suspiré y comencé a hablarle a tu cuerpo siguiendo las ideas preconcebidas por mi entender de este ritual.
Las lágrimas bajaron por mis mejillas rápidamente refrescandome, sin ahogarme.
Caminé mas tranquilo de regreso a mi asiento y permití que el ritual continuase como era debido, dejé claro que mi lugar y participación en éste sería como era esperado de uno de los familiares dolientes. El tiempo no pasó de forma rápida realmente. Parecía que el tiempo marchaba en Duelo.
Llegaron muchas personas a despedirse -suspiro- todos estuvimos muy unidos como hubieras esperado y mi hermanito y yo hacíamos lo propio para bajar la tensión en la medida de nuestras posibilidades. Llegaron mis amigos eventualmente y nos acompañaron a mi familia y a mi alma gemela, algunos llegaron con prisa, algunas sorpresas, muchas risas, que hermoso velatorio, dónde los unos reían con los otros, sin molestar a los demás dolientes. Me conmoví al extremo al saber que ayer, cuando falleciste, uno de mis amigos quien tuvo un recital de poesía en el Centro, dedicó el evento a tu memoria, ¡Que grande honor para ti! ¡Que grande honor para mí el tener amigos de ese calibre y sensibilidad! Gracias, hermanos de nombre y del corazón y gracias a todos los demás.
Esto es un espejo abuelito, esto es para ti...
Avanzaba la tarde y en algún momento, llegó la hora de leerte "El Funeral" las dos voces se rebasaban, se equivocaban y sin embargo sabíamos que eran pequeños errores que nos perdonarías; dónde los oídos físicos encontrarian disonancia, las vibraciones producidas por la reverberaciones de ambas voces, llegarían claras e inequívocas a tu alma, poco después, ambas voces se volvieron una fuerza de dos tonos y creamos un pequeño espacio, un universo dentro del universo frente a tu cuerpo inerte y de pronto, apareciste detrás mío generando una leve onda cálida. Sonreí. Finalizamos, y es cuando comprendí el gran regalo que te dí de despedida.
En ese momento te quise como jamás lo había hecho.
Tiempo después vendría la última hora antes de que tu cuerpo fuera reducido a cenizas, y poco antes de que se lo llevaran para jamás volverlo a ver, nos unimos todos para decirte con voces propias, el adiós.
Yo, a mi manera, despedí tu cuerpo como al de un guerrero, con un saludo que solo tú entenderías. Y sé que tú, desencarnado, lo aceptaste por que estabas cerca de ahí.
Después vendría la espera, y me iría de ese lugar para que en algún momento regresaras finalmente a casa en una hermosa urna de madera oscura con relieves de la Sagrada Familia, un bello tributo para quien la Familia Siempre fué Sagrada.
Ahora, una parte de ese complejo ser que fuiste, eres y serás, está de nuevo en casa.
Te amo.
Jorge.
En ese momento te quise como jamás lo había hecho.
Tiempo después vendría la última hora antes de que tu cuerpo fuera reducido a cenizas, y poco antes de que se lo llevaran para jamás volverlo a ver, nos unimos todos para decirte con voces propias, el adiós.
Yo, a mi manera, despedí tu cuerpo como al de un guerrero, con un saludo que solo tú entenderías. Y sé que tú, desencarnado, lo aceptaste por que estabas cerca de ahí.
Después vendría la espera, y me iría de ese lugar para que en algún momento regresaras finalmente a casa en una hermosa urna de madera oscura con relieves de la Sagrada Familia, un bello tributo para quien la Familia Siempre fué Sagrada.
Ahora, una parte de ese complejo ser que fuiste, eres y serás, está de nuevo en casa.
Te amo.
Jorge.